viernes, 19 de octubre de 2012

La Naturaleza: todo lo que se mueve (microcomentarios a Aristóteles, II)

¿Qué define, según Aristóteles, a la Ciencia de la Naturaleza? Y ¿qué define a la Naturaleza misma?

El libro primero de la Física empieza con los presupuestos metodológicos o epistemológicos, que diríamos hoy. La ciencia (entendida en el sentido amplio que le da Aristóteles, que incluye cualquier grado de generalidad) es un saber de las causas, principios y elementos de las cosas. No es retórica que Aristóteles use tres términos en vez de uno: es esencial para el aristotelismo rechazar que todos los fundamentos o principios se reduzcan a un género unívoco. Es aristotélicamente un error, tanto de los racionalistas-idealistas (desde Pitágoras a Platón) como de los “materialistas” (desde Tales a Demócrito o Antístenes) reducirlo todo a un tipo de principio. La causa (aitía) tienen un carácter plenamente ontológico, y lo mismo puede decirse de los elementos (en un ámbito más restringido), mientras que los principios (arkhai) tienen más bien un carácter lógico, o, en un sentido más general (pero no unívoco sino analógico), un significado que engloba tanto a los fundamentos ontológicos como a los lógicos. Espero discutir esto más detenidamente en otro momento, pero es muy importante ver qué situación aporética genera esta tesis: ¿qué relación hay entre los principios ontológicos y los lógicos, si no son inter-reducibles? En otras palabras, ¿qué relación hay entre ontología (saber general acerca de la realidad) y lógica (saber general acerca de cualquier pensamiento)? ¿Es la lógica más general o universal que la propia ontología –y, en ese caso, cuál es su objeto: es el pensamiento más extenso que la realidad-, o son lo mismo –como dirá explícitamente Hegel-, o son simplemente disjuntas…? La no univocidad de todas las explicaciones supone la irreducibilidad, de alguna manera, de la realidad misma, al menos en cuanto conocida por nosotros.

Los principios, causas y elementos de la naturaleza no son obvios e inmediatos en nuestro conocimiento habitual, sino que se descubren tras el “análisis” de lo que se nos presenta como confuso o complejo:

“Puesto que el saber y la ciencia, en todos las investigaciones acerca de principios, causas y elementos, procede del conocer estos (pues nos parece que conocemos algo cuando conocemos las causas primeras, y los primeros principios y aun sus elementos), es claro que también en la ciencia de la naturaleza hay que procurar aclarar primero lo que se refiere a los principios. El camino va desde lo más conocido y más claro para nosotros, hacia lo más claro por naturaleza y más cognoscible. Porque no es lo mismo lo que lo es para nosotros que lo que es cognoscible en sentido absoluto.
Lo que para nosotros es primeramente manifiesto y claro, es más bien confuso. Pero llegan a sernos, después, conocidos sus elementos y principios, cuando los analizamos. Por eso es preciso avanzar desde lo compuesto a lo que le pertenece a cada cosa”  (184 a).

πειδ τ εδέναι κα τ πίστασθαι συμβαίνει περ πάσας τς μεθόδους, ν εσν ρχα ατια στοιχεα, κ το τατα γνωρίζειν (τότε γρ οόμεθα γιγνώσκειν καστον, ταν τ ατια γνωρίσωμεν τ πρτα κα τς ρχς τς πρώτας κα μέχρι τν στοιχείων), δλον τι κα τς περ φύσεως πιστήμης πειρατέον διορίσασθαι πρτον τ περ τς ρχάς. πέφυκε δ κ τν γνωριμωτέρων μν δς κα σαφεστέρων π τ σαφέστερα τ φύσει κα γνωριμώτερα· ο γρ τατ μν τε γνώριμα κα πλς. […] στι δ' μν τ πρτον δλα κα σαφ τ συγκεχυμένα μλλον· στερον δ' κ τούτων γίγνεται γνώριμα τ στοιχεα κα α ρχα διαιροσι τατα. δι κ τν καθόλου π τ καθ' καστα δε προϊέναι·

Si nuestro conocimiento inmediato (nuestro “estado de naturaleza” teórico) conociese la constitución y origen completo de los fenómenos, no necesitaríamos dedicarnos a la ciencia, pues ya la tendríamos (o la seríamos). Por eso hay que distinguir entre el orden quoad nos y el orden propio de las cosas.

Es un tópico que aquí Aristóteles está enmendando a los racionalistas, como, por ejemplo, Platón y los suyos. Esto, ya sea que lo sostuviese el propio Aristóteles o no, es falso. En ningún lugar dice Platón que tengamos un conocimiento inmediato y suficiente de la esencia de las cosas. Al revés, insiste que partimos de imágenes (eidola) a partir de las cuales nos remontamos hacia la comprensión de la Idea. Este camino puede ser tan escarpado como se cuenta en República o en El Banquete: solo unos pocos, si alguno, llegan a una intelección de lo Bello en sí, lo Bueno en sí, etc. Sin embargo hay aquí un problema filosófico fundamental, a mi parecer. ¿Cómo conciben Platón y Aristóteles, cada uno a su modo, los conceptos de General, Concreto, Principal, Complejo…? Según Aristóteles el conocimiento va desde lo general-confuso (los niños llaman primero padre a todo varón, llamamos árbol a todo tipo de árbol) hacia lo específico-formal o lo “distinto”. En ese camino “analizamos” el compuesto, que era, en un primer momento, borroso (no distinguíamos sus partes) y el resultado son las formas (principios, elementos) que constituyen el compuesto real. En Platón, partimos de imágenes concretas (el fenómeno de la luna, o el fenómeno de un ser humano) hacia la esencia que subyace a los fenómenos, lo que conseguimos depurando (analizando, también aquí) el fenómeno de todo lo que es “material” o ininteligible, y destilamos la forma, que solo es inteligible, no perceptible ni imaginable. ¿Qué papel juega en Platón lo universal o general? ¿Son, las esencias platónicas, “géneros”? No: son individuos (incluso personales, como se dice en El sofista, por ejemplo). Es verdad que Platón, cuando pone ejemplos de Ideas, pone ejemplos de “géneros”, pero esto es porque hablamos genéricamente: “tenemos primero un fenómeno de caballo y luego la Idea Caballo”. Igualmente podríamos haber puesto como ejemplo un individuo: Sócrates y la esencia de Sócrates (que en Platón no es lo mismo que la esencia de todos los humanos, como sí lo es en Aristóteles). Ahora bien, ¿no es verdad que Platón caracteriza a menudo la Idea como aquello que tienen en común todas las cosas que la participan? Sí, pero eso es así porque la esencia es una e individual, no porque sea un colectivo o conjunto. Para entender el platonismo es imprescindible entender que las esencias no son meros conjuntos, sino identidades coherentes, que dan lugar a un conjunto de fenómenos que las participan. Por eso, el dialéctico distinguirá correctamente, y no como un “mal trinchador”. Es un error básico atacar la teoría de las ideas desde la interpretación que las identifica con conjuntos o extensiones.

También está en Platón (en la boca del Extranjero, en El Sofista) el axioma epistemológico de que es preciso “salvar los fenómenos”, es decir, que nuestra teoría racional tiene que permitir explicar lo que vemos. Y este es el segundo elemento metodológico de la Ciencia, según Aristóteles: partir de lo que experimentamos y explicarlo o “salvarlo” mediante su análisis y su etiología. Sin embargo, sí hay alguna diferencia importante entre aristotelismo y platonismo en cuanto al papel de los fenómenos: el racionalismo puede admitir que una buena manera de salvar los fenómenos es negarlos radicalmente, si son inconsistentes. El aristotelismo intentará adecuar la razón para que haga consistentes a los fenómenos. Después trataré de esto.

                                                                   * * * * 

¿Cuál es el objeto, el tema, el asunto, el ente, del que trata la Física?

“En cuanto a nosotros, daremos por supuesto que las cosas que son por naturaleza (lo Natural), todas o algunas, se mueven. Esto es claro a partir de la experiencia” (185 a).

μν δ' ποκείσθω τ φύσει πάντα νια κινούμενα εναι· δλον δ' κ τς παγωγς.

(A veces se traduce epagogé por inducción. Y no es incorrecto, pero en Aristóteles tiene un sentido menos estrecho y técnico que el que ha acabado teniendo ‘inducción’).

El tema de la Física se nos presenta como un conjunto de entidades y hechos claramente unitario, caracterizado por un hecho tan básico y primitivo como el del cambio. No está dando aquí Aristóteles una definición de naturaleza, sino, a lo sumo, una definición-preliminar (es decir, una delimitación que recoja lo que ya “sabemos”, el fenómeno del que partimos, y que hay que analizar más profundamente).
De hecho, esa cuasi-definición de lo natural como lo móvil, aparece en un contexto dialéctico, en que Aristóteles discute con los “metafísicos” que podrían amenazar la existencia de la propia Física. Ocurre así: Si hemos dicho que la Ciencia lo es de los principios, causas y elementos (abreviadamente, cuando los tratemos en general, “principios”), uno podría intentar remontarse hasta los primeros principios de todas las cosas, y entonces se plantearía, como los filósofos antiguos, si la realidad tiene uno o varios principios, si es móvil o inmóvil, etc. Aristóteles empieza haciéndose eco de esto, pero enseguida advierte de que tales problemas desbordan a la Física (pertenecen a la Filosofía Primera), aunque dadas las repercusiones que tienen en la propia Física (que es una filosofía segunda) decide dedicarles los primeros capítulos del libro primero. Es en este contexto donde Aristóteles ofrece la caracterización o definición-preliminar que he citado, pero que es lo más parecido a una definición que hay en todo ese libro primero: La física está constituida, en cuanto a su objeto, por el ente móvil (“o parte de él”, añade curiosamente).


Dejaré a un lado (ya que es una cuestión extra o meta-física) la refutación que hace Aristóteles tanto de los inmovilistas, que todo lo quieren reducir a forma estática (Parménides, etc.), como de los “físicos” antiguos, o materialistas o naturalistas, que lo pretenden reducir todo a un único principio amorfo pero dinámico. Quedémonos con que, según Aristóteles, el objetivo principal de la Física es explicar y definir profundamente el movimiento, hallar sus principios, causas y elementos. Cuanto vaya más allá de lo móvil (y de hecho Aristóteles cree que existen cosas más allá) es un problema tras-físico, incluso aunque afecte indirectamente a la Física. Por tanto, la Física tiene su autonomía (aunque también su dependencia) definida por el estudio de “todo lo que se mueve”. Colinda, por encima, con la Ciencia más general (la Ontología general), y, lateral o específicamente, con la Matemática y la Teología (ver Metafísica L). Esas dos ciencias se ocupan de lo que no se mueve: la Matemática, de lo que no se mueve pero no es separable realmente (sino solo por abstracción) de lo que sí se mueve: los objetos matemáticos, en realidad, son inmanentes a lo natural, pero pueden ser separados de la materia y estudiados independientemente. La teología trata de lo que no se mueve pero está separado realmente de lo que sí se mueve, o sea, de inteligencia(s) no inmanentes, si la(s) hay. 

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