sábado, 10 de marzo de 2012

El tiempo de uno (Ser y Tiempo en el Parménides de Platón)

¿Qué hacemos aquí, en el tiempo? ¿Qué son estos instantes que “vivimos”? ¿A dónde va lo que existe y pasa, y deja de pasar y existir? (Quienes no conocen mucho la filosofía académica creen, ingenuamente, que los filósofos tratan de estos asuntos “existenciales”. Tienen ingenuamente razón: de estos asuntos debería tratar el filósofo, pese a las burlas de los resabiados). Esta tarde, viendo a mis criaturitas jugar y reír en el parque, y con eso de que parece que es primavera, me he puesto algo sensible (lo siento) y se me han venido al papel unos versos:

Quizá no estemos mucho tiempo aquí
(mucho quizá no es mucho, o poco, poco,
poco o mucho no son quizá medida).
Quizá esta vez que estamos en el parque
y volvemos sudando, en bicis y patines
sea la penúltima que vamos y volvemos.
Dicen que nada cierto sabe el hombre
ni antes ni después del antes y el después,
tampoco mientras tanto (ni mientras tan poco),
nada; lo que es más: ni casi nada.
Eso se oyó hoy también decir a algunos,
y a nadie o casi nadie ya sorprende.
Pero yo, viendo esta tarde vuestras caras,
sudando sonrosadas y riendo,
volver del parque en bicis y patines,
he visto, sin la más pequeña duda
que nada podría nunca aniquilaros
o haceros una gota menos reales.
Ni la verdad sería más cierta que esto.

Cuando uno quiere intentar comprender algo misterioso sobre el ser y la realidad, ¿a dónde puede encaminarse? Sí, ya, a poetas y músicos… Pero, si además tiene uno la manía de reflexionar, tiene que ir a los filósofos, a Platón y a su Parménides, por ejemplo. ¿Qué dice el Parménides del tiempo, del tiempo de uno? En el ejercicio dialéctico, Parménides recorre las variaciones, o el contrapunto (en forma, quizás, de fuga, unas veces inversa y otras directa) de la relación del Tiempo con el Ser, con el ser de Uno.

1) En un primer momento, Parménides intenta mostrar que lo Uno (y, con él, cada cosa), en sí mismo, es completamente ajeno al tiempo. Uno (yo mismo, o tú) -razona Parménides-, en cuanto es una pura identidad consigo mismo, indivisible, inconceptualizable e inefable, uno en cuanto es solo y misteriosamente uno, no puede ser ni hacerse (o devenir) más viejo, ni más joven ni de la misma edad que sí mismo o que otro, porque todo eso implica tener propiedades y relaciones, y no puede tenerlas quien es uno y solo uno.
Lo que está en el tiempo, en efecto, se hace más viejo, más viejo que uno mismo (aunque, claro, por eso mismo, se hace a la vez más joven que sí mismo, porque uno se hace más viejo que lo más joven). Pero cuanto se hace más viejo (y, por eso, más joven), no es uno en sí mismo. Y también es imposible que uno, siendo uno, llegue a tener la misma edad que uno mismo, porque tener la misma edad es “hacerse” más viejo (y por tanto más joven) en un mismo tiempo (en un tiempo ni mayor ni menor) que el de uno mismo. Uno, en sí mismo, ni está ni llega a estar en ningún tiempo. “Yo soy el que soy” es, como dice Derrida, la expresión de un mortal, no de un dios ni de ese modo en que cada uno es Dios.

     “Hay en el espíritu una potencia, la única que es libre. […] No es ni esto ni aquello; sin embargo, es un algo que se halla más elevado sobre esto y aquello que el cielo sobre la tierra. […] Está libre de todos los nombres y desnudo de todas las formas, completamente desasido y libre tal como Dios es desasido y libre en sí mismo. Es tan enteramente uno y simple como Dios es uno y simple, así que uno mediante ningún modo de ser logra mirar adentro. […] Ese Uno único se halla tan por encima de todos los modos y potencias, que nunca jamás pueden echarle un vistazo una potencia y un modo y ni siquiera Dios”. (Meister Eckhart, Tratados y sermones, “Intravit Iesus”, pg. 278 y 279, traducción de Ilse M. de Brugger, EDHASA)

2) Pero uno (yo, o tú) además de ser uno, soy, eres. Y, si soy, o en cuanto que soy, nadie me puede evitar tener propiedades y relaciones, conmigo mismo y con los demás. Esto compromete mi absoluta identidad, pero me deja estar en el mundo. También estaré en el tiempo y me haré (devendré) más viejo y joven y de la misma edad.

Uno se va haciendo más viejo que sí mismo. Aunque, como lo que se hace más viejo, se hace más viejo con respecto a lo que se hace más joven, uno va también enjuveneciendo a medida que envejece. Y, si se va haciendo uno más viejo y joven, entonces “es” más viejo y joven, en el ahora (nyn):

     “Porque si prosiguiese constantemente [haciéndose o deviniendo, sin nunca ser, más viejo y joven] no sería captado por el “ahora”. Lo que transcurre, en efecto, ha de alcanzar a ambos, al “ahora” y al “después”; no deja al “ahora” sino para apoderarse del “después”, aconteciendo en ese intermedio entre ambos, entre el después y el ahora”. (Parménides152c, traducción de Guillermo R. de Echandía, en Alianza)

En el ahora, las cosas dejan de “estar haciéndose” y simplemente “son” lo que se hayan hecho (lo que hayan devenido), más viejas, más jóvenes. Luego uno no solo se hace más viejo y más joven que uno mismo, sino que, en cada ahora, es más viejo y más joven que sí mismo. Y

     “cuando es, es siempre ahora” (152d-e)

El Ahora es el lugar del Tiempo en que uno "es" tiempo, no en que se hace o deviene tiempo. Ahora es la forma temporal del ser. Lo que sucede ahora, esos juegos y risas primaverales que son ahora, no devienen ni suceden, son, pero son tiempo.

Como, además, uno deviene y es más viejo y joven que uno mismo en el mismo tiempo (no en más o menos tiempo, sino en una cantidad igual de tiempo), entonces uno tiene siempre la misma edad que uno mismo, y por tanto, ni se hace ni es más viejo ni se hace ni es más joven que sí mismo.

¿Y uno, ese uno que es, con respecto a los otros? ¿Qué relaciones de tiempo tendrá?

Como los otros son más que uno, y lo mayor viene después que lo más pequeño, uno es lo más viejo, tuvo que nacer antes que todos los otros, y los otros son más jóvenes que uno. Sin embargo, y a la vez, puesto que estamos hablando del uno que es (y que, por tanto, no es indivisible, sino que tiene partes y es un todo), esa unidad del uno que es, tiene que ser posterior a sus partes, y haber nacido solo al final, cuando se acaba la cuenta de todos los otros. Así que el uno que es, tiene que ser el más joven de todos los seres, y los otros, los más viejos. Pero, a la vez, lo uno tiene que estar presente en el tiempo y nacimiento de cada parte, puesto que cada una es una parte. Por eso, lo uno tiene que ser contemporáneo de cada cosa. Lo uno que es, es, pues, más viejo y más joven, y ni más viejo ni más joven, que los otros.

Y lo mismo le pasará con el devenir o llegar a ser: el uno que es, no puede devenir o hacerse más viejo ni joven que cualquier otro ser, puesto que siempre pasa la misma cantidad de tiempo para todos, luego deviene siempre de la misma edad que sí y que los otros. Sin embargo, como es más viejo, dijimos, (porque nació antes) que los otros, se habrá hecho (habrá devenido) hace más tiempo, así que se hace cada vez más viejo. Y no obstante, y a la vez, se hace más joven siempre: si sumamos la misma cantidad de tiempo a dos cosas desiguales, la distancia decrece entre ellas, así que, a medida que pasa el tiempo, lo más antiguo se va haciendo cada vez menos viejo o más joven con respecto a aquello que nació más recientemente (los jóvenes son cada vez más cercanos a los ancianos, una persona de cuarenta años es cuatro veces más vieja que una de diez, pero, en diez años más, será solo poco más de dos veces más vieja).

     “Así, por un lado, como ninguna cosa se hace más joven ni más vieja que otra, al diferenciarse entre sí según un número constante, ni el uno puede hacerse más joven ni más viejo que los otros, ni los otros que el uno. Pero, por otro lado, como lo que se ha hecho antes se diferencia necesariamente en una parte siempre distinta de lo que se ha hecho después, y lo que se ha hecho después de lo que se ha hecho antes, tendrán que estar haciéndose recíprocamente más viejos y más jóvenes, los otros que el uno y el uno que los otros” (Parménides 155b)

Así, nosotros nos hacemos, al tiempo que más jóvenes, más viejos que Platón, y Platón se vuelve más joven que nosotros a medida que se hace más viejo.

3) Si juntamos, ahora, las dos formas de la hipótesis, o sea, (primera forma) que uno es uno en sí mismo y, por tanto, es incognoscible y ni siquiera se puede decir que es, pero que, también (segunda forma), uno es, y, por tanto, tiene propiedades y relaciones con lo demás,

     “¿no será entonces necesario que en ciertos momentos participe en el ser, puesto que es uno, y en otros no participe en el ser, puesto que no es?” (155e)

Hay un momento en que uno toma parte en el ser y otro momento en que lo deja. Uno nace y perece. Y cuando deviene o llega a ser uno, muere de ser múltiple, y cuando se hace múltiple muere de ser uno. Luego uno se divide y se reúne, y se asemeja y se desemeja, y aumenta y disminuye, y cambia y reposa.

Pero cuando cambia del cambio al reposo o del reposo al cambio, cuando pasa del pasar al no pasar, o del no pasar al pasar, no puede estar en ningún tiempo, ni siquiera en el Ahora:

     “-Pero, ¿cuándo cambia? Porque no cambia ni cuando está en reposo, ni cuando está en movimiento, ni cuando está en el tiempo. –No, por cierto. -¿No es, entonces, desconcertante ese momento en el que está cuando cambia? –¿Cuál? -El instante (exaíphnes). Porque el instante parece significar algo así como aquello desde donde se cambia hacia uno u otro estado. Pues no es del reposo todavía inmóvil de donde surge el cambio, ni tampoco de lo que se mueve y está todavía en movimiento. Esa extraña naturaleza del instante, situada en el intermedio entre el movimiento y el reposo, y que no está en tiempo alguno, es aquello hacia lo cual y desde lo cual cambia al reposo lo que está en movimiento, y al movimiento lo que está en reposo” (…) Por esta misma razón, cuando pasa de la unidad a la multiplicidad y de la multiplicidad a la unidad, el Uno no es uno ni múltiple, ni se divide ni se vuelve a unir”. (156c y ss)

En el Instante, ese el más extraño de los sitios (¿el “parpadeo” del que habla Derrida?), fuera y antes del tiempo, incluso del Ahora, pero creando el tiempo, somos un uno que condensa toda la dialéctica de la existencia: lo que es a la vez uno inescrutable e inefable (incluso para uno mismo), y lo que es y se hace todo consigo mismo y con lo demás. Así, en un instante casi incomprensible, está lo que hemos visto suceder en el tiempo, con sus ahoras congelando el devenir: unos cuantos juegos, unas risas, que son eternas e inescrutables, sin dejar a la vez de ser carne de tiempo.

     “…pues el instante en el cual Dios creó al primer hombre y el instante en el que habrá de perecer el último hombre y el instante en que estoy hablando, son todos iguales en Dios y no son sino un solo instante”. (Meister Eckhart, Tratados y sermones, “Intravit Iesus”, pg. 276, –curiosamente, Eckhart utliza la palabra ‘nû’, que literalmente significa “ahora”, pero creo conveniente la traducción por ‘instante’ en ese contexto-) 


     "The instant is not in time - time is in the instant" ((Julian Barbour, The end of time. The Next Revolution in Physics, Oxford, 2000. pg. 34)

3 comentarios:

  1. PRECIOSO. INTUITIVAMENTE VERDADERO. DIFÍCIL.
    GRACIAS.

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  2. Gracias Juan Antonio, clarificadora reflexión. Siempre me ha gustado asomarme a ese vértigo extraño que me produce pensar el tiempo . En mis años monásticos si algo se valoraba era el centralizar tu existencia en un ahora lo más constante y vívido posible. La memento mori no tenía otro sentido que gustar de lo vivido en el más absoluto de los presentes. Creo que el concepto, para entendernos pues no es un concepto ni ada tematizable siquiera, tiene mucho que ver con el concepto, también entre comillas, de la temporalidad del ser, más allá de la temporalidad que es horizonte en el Dasein. no se, se me viene a la cabeza tambien la virtualidad de Deleuze, pero en otro sentido. Me has hecho pensar y recordar desde ese eterno aquí y ahora que habito, enfrentado a la ficción del tiempo. Gracias

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    1. Gracias a ti, Jaime. En efecto, el Tiempo es, en cierto sentido, el Tema o Asunto del Pensamiento. Ser y Tiempo, sí, pero porque hay Tiempo...
      Lo curioso y paradójico de lo que cuentas -nunca había caído en este punto- es usar el memento mori para vivir el presente, lo que parece una contradicción manifiesta (uno no puede estar viviendo el presente, podría decirse en plan nietzscheano, si está pensando en el futuro), pero que es una de las formas de la contradicción de ese no-concepto que, como dices, es el tiempo. Un abrazo AHORA

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