martes, 13 de marzo de 2012

tiempo y Tiempo, la contradicción de la Realidad

Varios científicos (aficionados a la filosofía) han dicho en los últimos tiempos que la conclusión que tenemos que sacar, a partir de las mejores teorías científicas, es que el Tiempo, en verdad, no existe, es una ilusión. Incluso cuando aparece en las fórmulas más fundamentales, el tiempo es una mera variable geométrica, y, ya se sabe, en la geometría no pasa nada, todo es (todo está quieto). Un conocido físico y divulgador científico lo dice varias veces en su libro dedicado al Tiempo:

     “A menos que usted sea un solipsista, sólo hay una conclusión racional que extraer de la naturaleza relativa de la simultaneidad; los sucesos en el pasado y en el futuro tienen que ser exactamente tan reales como los sucesos en el presente. De hecho, la misma división del tiempo en pasado, presente y futuro parece no tener significado físico”. (Paul Davies Sobre el tiempo, Crítica, 1996, pg. 73)

Y, unas páginas después, nos recuerda como:

     “Weyl escribió una vez: “el mundo no sucede, simplemente es”. Suceder, devenir, flujo del tiempo, despliegue de los sucesos – todos son una ficción, si usted cree a Weyl. Einstein lo hacía” (pg. 78)

Ya Einstein, en efecto, sacaba esta conclusión, y nadie que trate este asunto puede evitar repetir sus famosísimas palabras, en carta a la viuda de su amigo Besso: “la división entre pasado, presente y futuro es sólo una ilusión, por persistente que sea”.
Algunos han identificado esto (errónea, vulgarmente) con un platonismo científico. El último gran hito en este camino, que conozco, es el libro de Julian Barbour, The end of Time. (Aquí puede verse una presentación en vídeo:-subtitulado en italiano-)

Sin embargo, contra eso siempre se ha revelado y se revelará algo, bergsoniano, muy hondo en nosotros, que nos dice que el presente, el ahora, no puede ser una ilusión, que no da igual antes que después. Antes al contrario: ¿y si el Tiempo de la Ciencia no es más que un triste espectro, un cadáver, una máscara mortuoria, incapaz de captar el verdadero tiempo, el indomable e inmatematizable tiempo que pasa?

     “Einstein –recuerda Davies- confesó, próximo al fin de sus días, que el problema del ahora “le preocupaba seriamente”. En una conversación con el filósofo Rudolf Carnap admitió que “hay algo esencial sobre el ahora”, pero expresó la creencia en que, cualquier cosa que fuera, queda “justamente fuera del dominio de la ciencia”. (pg 79)

                                                         ****

Recuerdo que (por aquellos tiempos de mis “ahoras” universitarios) varias veces me pregunté cómo en un mismo lugar (un aula) y haciendo algo que se llamaba igual (Latín, o Historia del Latín –no me acuerdo bien-) se podían hacer, en tiempos diferentes, cosas tan distintas en autenticidad como hacían, por una parte, el resto de profesores, y por otra, Agustín García Calvo. Sus clases eran la prueba de que los mundos que postuló Wheeler, existen. Nunca preocupado en corregir ejercicios o en evaluar (con él “aprobaba todo el mundo”), en la apenas hora de duración de una clase de Latín, Agustín era capaz de concentrar vívida y apasionantemente toda la lengua, no el Latín, sino la Lengua. Agustín García Calvo es, a mi parecer, el más pensante y profundo personaje vivo y que escriba en español, de los que yo tengo noticia. Por eso, lógicamente, cualquier cerebro académicamente bien sentado es inmune a lo que dice.

El libro suyo con el que más tiempo he bregado (hasta tenerlo muy manoseado, claro efecto del paso del tiempo) se titula Contra el Tiempo (editorial Lucina, 1993). Es un ataque (en realidad una serie de ataques (15) más una tregua), contra el Tiempo con mayúsculas, es decir, el Tiempo de la Realidad, o sea, el falso tiempo, y una “reivindicación”, a la contra, del tiempo, el verdadero tiempo, jamás aprensible por la Ciencia o el Lenguaje.

García Calvo le regala, desde el principio, la palabra Realidad (esa palabra tan pretenciosa y engolada) a lo que se sabe, o sea, a lo que hacen la Ciencia y la Filosofía. Pero, empieza diciendo García Calvo, que algo se dé, no implica que sea posible. La Realidad, por más que sea lo que se nos vende a diario, es imposible, porque es contradictoria, y esto afecta de modo especial al Tiempo.

La Realidad se constituye de acuerdo con dos prohibiciones:
   -no dos cosas en el mismo sitio AL MISMO TIEMPO
   -no una cosa en dos sitios AL MISMO TIEMPO.
Es decir, las cosas son distintas de los sitios en que están (si no, no habría cambio de las cosas), y la misma cosa está en distintos sitios, a través del tiempo. Es precisamente esto lo que les da la identidad. Que una cosa, A, esté, antes, en el lugar a, y después en el lugar b, hace definitivamente que A sea A. (Otra opción, que las cosas sean igual que los sitios –un pitagorismo, digamos- no es “lo que se nos vende” dice García Calvo –demasiado fugazmente, quizás, para no volvérselo a plantear-). La cosa es la misma en tiempos diferentes. Ahí, descaradamente, está el tiempo, a la vez que constituido, anulado. Se tiene en cuenta al tiempo, que pasa, pero para convertirlo en Tiempo, describible simultáneamente, sin paso alguno. Y así se constituye toda Realidad.

El Lenguaje (o descripción de la Realidad) intenta, pues, la anulación del tiempo contra su propia naturaleza. Se empeña en dejar quieto, conceptualizado, especializado, lo que es puro paso. Esto sucede especialmente en la Ciencia, cuyo lenguaje es la quintaesencia del Lenguaje: la Geometría y la Aritmética (por llamarlos con términos muy generales). Cada una de esas ramas de lo matemático son la depuración de uno de los dos aspectos de la gramática, la Semántica y los Cuantificadores. Cada uno de ellos representa uno de dos aspectos de toda Realidad, lo Continuo y lo Discontinuo, cuyo trasunto fundamental es la necesidad de Finitud o Límite, por una parte, y la necesidad de Indefinición o Continuidad, por otro. Ambos aspectos están inevitablemente unidos y resultan contradictorios. La Aritmética, buscando lo discreto, obliga a la línea a tener puntos, y en venganza la geometría introduce en los números la continuidad. La Realidad encierra esa contradicción, que es puesta de manifiesto por los razonamientos de Zenón. Pero la contradicción es más manifiesta cuando la matemática se aplica a describir o reducir al tiempo. Aunque lo describe como algo simultáneamente visible (como pretende serlo todo lo matemático), no puede evitar hacerlo a lo largo del tiempo, pasando: la propia experiencia de lo matemático es una experiencia temporal, nadie ve simultáneamente la línea.

Quizás la forma fundamental de la diferencia entre, por un lado, el Tiempo de la Realidad, el Lenguaje y la Ciencia, y, por otro, el tiempo verdadero que nunca se deja reducir y geometrizar, se encuentra en la diferencia entre el “mundo EN QUE se habla” y el “mundo DE QUE se habla”, con dos tiempos completamente heterogéneos. Nunca es el mismo, ni puede serlo, el Ahora del que se habla y el ahora en que se habla, como no son el mismo el Yo que habla, y el Yo del que se habla. El Yo del que se habla (yo, Juan Antonio, por ejemplo) es una parte de la Realidad, un ser congelado. En cambio, el yo que habla, el que hay en el mundo EN QUE se habla, es inaprensible. A él, el lenguaje se refiere mediante mostrativos, nunca mediante nombres. En cuanto intenta atribuirle unas características, una esencia, un nombre, pasa a ser un cuadro más de la galería, y es completamente diferente al que lo está mirando. Ni siquiera los “nombres propios”, Fulano de Tal, Agustín García Calvo, Juan Antonio Negrete, logran referirse al yo que habla, aunque son aquella parte de la semántica que más quiere acercarse. Un sujeto es ya un ser constante, perenne, con identidad “personal” a través del tiempo, anulando, pues, el tiempo. El yo que habla es siempre independiente a cualquier fijación. Y lo mismo pasa con el ‘ahora’:

     “Pero esa independencia quiere decir que eso es lo que está pasando a h o r a, no por nada, sino porque ‘ahora’ nunca puede ser ningún momento determinado, ya que ‘ahora’, lo mismo que ‘YO’, no pertenece a la Realidad, sino solo al campo en que se habla de ella.” (Contra el Tiempo, pg. 105)

Esto, por cierto, parece atisbarlo Schrödinger cuando, hablando de la presunta mezcolanza del sujeto en los hechos cuánticos, lo rechaza y dice:


     “Lo que sigue resultándome dudoso no es más que esto: si resulta adecuado dar el nombre de “sujeto” a uno de los sistemas que interactúan físicamente entre sí. Pues como la mente que observa no es un sistema físico, no puede interactuar con ningún sistema físico. Y podría ser más conveniente reservar el término “sujeto” para la mente que observa”. “Porque el sujeto, de ser algo, es la cosa que siente y piensa. Las sensaciones y los pensamientos no pertenecen al “mundo de la energía””. (Heisenberg, Schorödinger, Einstein, Jeans, Plank, Pauli, Eddington, Cuestiones cuánticas. editado por Ken Wilber, Kairós decima edición, 2007, páginas 124 y 125)

Un evento en que el ahora que en que se habla intentase ser el Ahora del que se habla, tendría que ser, no una enunciación descriptiva (“ahora estoy en Sax”) sino una realizativa: ¡Ahora! (García Calvo se hace eco de la teoría (deutero-wittgensteiniana, etc.) de que la función más básica del lenguaje no es la semántica o descriptiva, sino la práctica. El constructo semántico nace en las acciones (esta es, también, la teoría marxista de la ideología como superestructura de las relaciones de trabajo)).

El Presente es la relación entre el tiempo EN QUE y el Tiempo DE QUE se habla. Es, por eso, una contradicción viva. Igual que Yo, a quien la Realidad intenta atribuir una esencia, pero nunca logra evitar que yo sea algo siempre indefinido:

     “En verdad, en lo sin fin ni hay múltiples individuos o casos múltiples y diferentes de lo mismo (por tanto, la pluralidad de los átomos es también un remiendo, una contaminación de las condiciones reales a su sustento explicativo) ni hay trayectorias de sitio a sitio; así que, si caigo en lo sin fin, eso no es un caer ni nada que se le parezca, puesto que aquello en lo que caigo no es un espacio ni nada que se le parezca” (Contra el Tiempo, pg. 104)

Así que yo soy imposible y real, pero no al mismo tiempo. Quizá este es el tiempo elemental, el ritmo vital. Pasar de ser imposible a ser “Real”, es decir, pasar de pertenecer a lo innominado, a pasar a lo nombrable.

     “Estoy cayendo ahora (ni para abajo ni para arriba ni para sitio alguno) en un tiempo sin fin, perdiéndome en un sinfín al que solo llamo tiempo porque el Tiempo de la Realidad está fundado sobre su doma, muerte o falsificación, pero que es en verdad la negación del Tiempo […] Es como si dijéramos que al ir a caer soy fulano de Tal efectivamente, pero al ir cayendo, ya he dejado de ser tal cosa y me he quedado reducido otra vez a YO que estoy hablando, o sea, a cualquiera, lo cual es no ser nadie, o, si queréis, a ser pura razón” (pg. 105)

Recuerdo lo que decía Parménides en el Parménides:

     “-Pero, ¿cuándo cambia? Porque no cambia ni cuando está en reposo, ni cuando está en movimiento, ni cuando está en el tiempo. –No, por cierto. -¿No es, entonces, desconcertante ese momento en el que está cuando cambia? –¿Cuál? -El instante (exaíphnes). Porque el instante parece significar algo así como aquello desde donde se cambia hacia uno u otro estado. Pues no es del reposo todavía inmóvil de donde surge el cambio, ni tampoco de lo que se mueve y está todavía en movimiento. Esa extraña naturaleza del instante, situada en el intermedio entre el movimiento y el reposo, y que no está en tiempo alguno, es aquello hacia lo cual y desde lo cual cambia al reposo lo que está en movimiento, y al movimiento lo que está en reposo” (…) Por esta misma razón, cuando pasa de la unidad a la multiplicidad y de la multiplicidad a la unidad, el Uno no es uno ni múltiple, ni se divide ni se vuelve a unir”. (Parménides, 156c y ss)

Aunque ese uno en que piensa García Calvo no es, desde luego, el Uno de Parménides, o de Platón, sino más bien el uno completamente múltiple de lo completamente inmanente, es decir, de una teoría 22, como la de Nietzsche.

15 comentarios:

  1. "Varios científicos (aficionados a la filosofía) han dicho en los últimos tiempos que la conclusión que tenemos que sacar, a partir de las mejores teorías científicas, es que el Tiempo, en verdad, no existe, es una ilusión. Incluso cuando aparece en las fórmulas más fundamentales, el tiempo es una mera variable geométrica, y, ya se sabe, en la geometría no pasa nada, todo es (todo está quieto)."

    Mientras que otros científicos, también aficionados a la filosofía, se posicionan en contra de esa geometrización del tiempo, sobre todo Ilya Prigogine ("¿Tan solo una ilusión?"). Recomiendo esta magnífica entrevista:
    http://www.youtube.com/watch?v=buhR6XoOSQo&feature=related

    P.D. El audio está ligeramente desincronizado. Yo me molesté en bajar una copia del video completo y sincronizar el audio, pero desapareció con la extinción masiva de megaupload.

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  2. Masgüel,
    mientras escribía la entrada pensé en referirme a Prigogine (de hecho, García Calvo se hace eco de él), pero no lo hice ¡porque sabía que lo ibas a hacer tú! Así que me voy a comprar una peluca con calva arriba y me voy a llamar Raphel.
    Tampoco era tan difícil adivinarlo, porque ya lo has mencionado otras veces.
    Sin embargo, tengo que decir que Prigogine, visto desde la perspectiva radical y "metafísica" de García Calvo (y de Bergson, y de varios otros) está en el mismo barco que Einstein, o sea, el de la Ciencia. La Ciencia, por muy compleja que quiera figurarse a la Realidad y por muy flecha del tiempo que sea, tiene que construir a los hechos como congelados, es decir, describibles matemáticamente (por muy matemáticas no-lineales que use).

    La distancia entre el mundo EN QUE se habla y el mundo DE QUE se habla, fundamental en el tratamiento de García Calvo, es completamente irreducible a Ciencia. El tiempo que pasa, en el que hablo, y que es el único vivo, es del todo inconceptualizable, porque cualquier concepto es un cadáver.

    Por tanto, que no se crea que Prigogine y compañía están más cerca de Nietzsche que de Einstein.
    Al contrario, Einstein, lucidamente, se dió cuenta de que la Ciencia no hace "justicia" a mi ahora irreducible, pero más lúcidamente todavía, vió que eso quedaba fuera de la Ciencia.

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  3. Para mí, el tiempo en el que hablo es un tiempo del que hablo. Si no hablo del tiempo en el que hablo, no hay tiempo en el que hablo.

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  4. Masgüel,
    cuando hablas del tiempo EN EL que hablas, le tienes que otorgar una serie de rasgos conceptuales, y con eso lo eternizas. Ya no es el ahora, sino un Ahora del libro de la historia. El auténtico ahora, en el que hablas, no es una sola de las interpretaciones, sino ajeno a todas ellas. Esto es precisamente lo que quiere decir Nietzsche con el eterno retorno y la muerte de Dios: no hay una descripción de aquello que habla (la Voluntad, lo llama él).
    Si identificas el tiempo EN QUE con un Tiempo DE QUE, estás en el problema de MacTaggart: ¿por qué no es ahora el año 1000? Todos los momentos del tiempo son igual de ahoras, y en esto ninguno tiene ningún privilegio respecto de otro. (Fíjate que estoy haciendo de abogado del "diablo").

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  5. "El auténtico ahora, en el que hablas, no es una sola de las interpretaciones, sino ajeno a todas ellas."

    Ajeno a todas las interpretaciones no queda ahora, ni antes, ni después.

    "Si identificas el tiempo EN QUE con un Tiempo DE QUE, estás en el problema de MacTaggart: ¿por qué no es ahora el año 1000? Todos los momentos del tiempo son igual de ahoras, y en esto ninguno tiene ningún privilegio respecto de otro."

    ¿Privilegio para qué?. Mi ahora no es el año 1000 porque es el año 2012. No ha habido un solo ahora, sino tantos como veces que se ha usado esa palabra. "Ahora" es un caso de lenguaje. El año 1000 es un conjunto de relatos. Usar la palabra "ahora" para referirse a un evento del año 1000, salvo que se esté escribiendo una novela, supone no entender cómo se usa ese término.

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  6. Privilegio para ser el tiempo real. Se supone que la realidad es justo ahora (por eso yo soy real o estoy en la realidad y no lo es o está Moises). Pero si todos los ahoras son el ahora de cada suceso, se sigue, como dice Einstein o Barbour, que el tiempo es una ilusión, y no es más real un tiempo que otro. No habría paso del tiempo, y el presente no es nada (nada absoluto, o más real que el pasado o el futuro). Entonces deberíamos pensar el universo como visto, alla Spinoza, sub specie aeterni.
    Sin embargo, y como señala García Calvo, tenmos otra vivencia del tiempo muy diferente: una en la que ninguna descripción, hecha con conceptos estáticos, salva lo esencial, el cambio mismo.

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  7. "Entonces deberíamos pensar el universo como visto, alla Spinoza, sub specie aeterni."

    No veo por qué de considerar que siempre es ahora, se ha de seguir que debamos pensar el universo desde esa perspectiva, que no es más que una representación gráfica, espacial, del tiempo, como si el pasado se convervase en algún sitio y el futuro estuviese esperando en algún sitio. Muy al contrario, lo que se sigue es que a lo que nos referimos con el término "ahora" es a la experiencia del cambio. El pasado es memoria, el futuro, espectiva.

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  8. Masgüel,
    el pasado es memoria y el futuro es espectativa, pero ¿sólo desde tu perspectiva o tu ahora, o en términos absolutos? Es decir, ¿coincide tu ahora con el ahora real, un ahora en algún sentido más sustancial y real que los demás ahoras? ¿Por qué ahora es ahora?

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  9. "¿sólo desde tu perspectiva o tu ahora, o en términos absolutos?"

    Solo se puede hablar desde una perspectiva.

    "¿coincide tu ahora con el ahora real, un ahora en algún sentido más sustancial y real que los demás ahoras?"

    No.

    "¿Por qué ahora es ahora?"

    ¿Por qué mi mano es mi mano?.

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  10. Solo se puede hablar desde una perspectiva.

    Supongo que esto solo lo dices desde tu perspectiva. Pues bien, desde la mía, eso no es verdad.

    "¿coincide tu ahora con el ahora real, un ahora en algún sentido más sustancial y real que los demás ahoras?" ---No.

    Luego no hay un ahora más real que otro, como dicen Einstein, Barbour y demás. Porque ahora es ahora solo desde tu perspectiva, pero desde la perspectiva del egipcio, es futuro, y desde la perspectiva de la tierra dominada por los mercados es pasado (cercano). Tu ahora no es en nada más real que ningún otro.
    Pero eso no evita la inquietud de que solemos pensar que nuestro ahora tiene algo de especial y objetivo, que es el real: que 'ahora' es Ahora.


    "¿Por qué ahora es ahora?" ---¿Por qué mi mano es mi mano?.

    Evidentemente, no has entendido la pregunta (estaba expresada muy elípticamente, a decir verdad): ¿por qué Ahora es 15 de marzo de 2012 y no 1 de enero de 0?, es decir, ¿por qué estamos viviendo el presente ahora? E insisto, si esto no tiene más de especial que el hecho de que 15 de marzo de 2012 es mi presente, entonces no hay ningún presente privilegiado, lo que supone que el tiempo es una ilusión subjetiva, es decir, que no hay un tiempo objetivo.

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  11. "ahora es ahora solo desde tu perspectiva, pero desde la perspectiva del egipcio, es futuro"

    Eso lo dices porque sigues inmerso en la metáfora linal (espacial) del tiempo como una película y el ahora como el proyector que ilumina cada fotograma. Para el egipcio antiguo, mi ahora no era su futuro. Mi ahora no formaba parte en modo alguno de su mundo. El futuro del egipcio era un ámbito de espectativas creadas por su cultura (como lo es el mío), aunque el factor incertidumbre era menor para él (dadas las características de su cultura).

    Repito. "Ahora" no es un punto en una línea de tiempo geométrico. Es un caso de lenguaje con el que hablamos de una característica de nuestra experiencia, su impermanencia.

    "no has entendido la pregunta (estaba expresada muy elípticamente, a decir verdad): ¿por qué Ahora es 15 de marzo de 2012 y no 1 de enero de 0?"

    Sí la he entendido. Eres tú el que no pareces haber entendido que el 1 de enero del año 0 no puede ser sino relato, como relato es siempre el ahora (por cierto, nadie vivió el 1 de enero del año 0. Los calendarios se instauran muchos años después del supuesto acontecimiento que marca su inicio).

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  12. El futuro del egipcio era un ámbito de espectativas creadas por su cultura (como lo es el mío), aunque el factor incertidumbre era menor para él (dadas las características de su cultura).

    Claro, porque el egipcio no sabía qué es lo que iba a pasar. Pero resulta que, según la teoría de la relatividad, no existe la simultaneidad, y lo que para el egipcio es futuro para otro es presente, tan real como el del egipcio.

    "Ahora" no es un punto en una línea de tiempo geométrico. Es un caso de lenguaje con el que hablamos de una característica de nuestra experiencia, su impermanencia.

    Lo de "caso de lenguaje" no sé qué significa.
    Con el ahora hablamos de una característica de nuestra experiencia...? Bueno, eso es dudoso: ¿experimentamos el tiempo?
    Ahora bien, desde luego no es su "impermanencia" lo que expresamos, porque si hay algo permnente es el Ahora. Si no hubiese un Antes o un Después, no habría impermanencia.

    Pero lo que se discute es si el Ahora, mi ahora, es más real en algún sentido que cualquier otro.

    Eres tú el que no pareces haber entendido que el 1 de enero del año 0 no puede ser sino relato, como relato es siempre el ahora (por cierto, nadie vivió el 1 de enero del año 0. Los calendarios se instauran muchos años después del supuesto acontecimiento que marca su inicio).

    Hombre, Masgüel, pero no me digas que crees que vale cualquier relato. ¿Vale mi relato de que ahora estoy en el año 1? Sí, dirás, de acuerdo con otra redefinición de las palabras. Con lo que venimos a que todo es ficción. La Ciencia, cuando dice que algunas cosas pasaron antes de cristo, y otras no, lo único que hace es inventar un relato, como otro cualquiera. Solo que algunos relatos son más "convenientes" que otros para ciertos intereses, ¿por qué resultan mñas convenientes? ¡quién sabe, si no hay nada fuera del lenguaje que pueda hacerlos a unos más convenientes que a otros!

    Es que con esa salida puedes demostrar justo lo que te de la gana, Masgüel. Mi abuela para esos casos decía: "te apeas por las orejas".

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  13. Según Babour y otros físicos, la teoría cuántica implica que existen "instantes", separados por el tiempo de Planck. Este es el "tiempo en que se habla". El "tiempo de que se habla" es cuando el cerebro interpreta los diferentes "instantes" (discontinuos) como "duración" (continua), creando dos aparentes tiempos "contradictorios".
    Recurriendo a "tiempo percibido" y "tiempo real" acabamos con dicha aparente contradicción.
    Saludos

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    1. Anónimo,
      la distinción que recuerdas es interesante, aunque me temo que el problema de discreción / continuidad es más complejo que eso.

      No obstante, sea de eso lo que sea, el problema que trata García Calvo (tiempo EN QUE, tiempo DE QUE se habla) no equivale al anterior. El asunto es que, el tiempo en que se habla, o sea, AHora, ahora que yo estoy escribiendo esto o ahroa que tú lo estás leyendo, es incapsulable, porque "siempre es ahora". Los instantes del tiempo están, como dice Barbour, congelados. Ahí, la ciencia puede darles una descripción. Por ejemplo, puede describir este ahora diciendo lo que estoy haciendo al escribir aquí, pero esa descripción es eterna, atemporal. Sin embargo, está sucediendo ahora. Esto es lo que expresa también MacTaggart cuando habla de las dos series temporales, sere A (pasado-presente-futuro) y serie B (ahora-antes-después). Y otra manera de expresarlo es notando que los deícticos no se pueden utilizar en la ciencia. Cuando la ciencia describe "esto", lo hace mediante una descripción, formada por una intersección de conceptos universales. Pero el "esto", el hecho de que es ahora, queda fuera de esa descripción. A eso se refiere García Calvo (o Bergson) con la distinción entre el tiempo y el Tiempo-de-la-ciencia.

      Saludos

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