viernes, 23 de enero de 2015

En defensa del Mundo. Comentarios a la concepción filosófica de Markus Gabriel

Lo que sigue son unas cuantas notas críticas a la concepción filosófica que nos propone el joven filósofo alemán Markus Gabriel. Antes, un breve resumen de esa concepción:

Estoy escribiendo en mi portátil, consultando el libro de Markus y escuchando música, mientras en la calle juegan los niños. Todo esto (mi escribir, el portátil, el libro, esta música, los niños…) existe en un determinado “campo de sentido”, o en varios, que se intersectan sin afectarse, o se solapan, parcialmente: en el campo de sentido de los niños existen tesoros que buscar, pero no existen, seguramente, la ontología y las sonatas. Los propios campos de sentido son entidades no cerradas, con límites imprecisos… Aunque, en algún sentido, tanto el libro, como yo, como los niños… “constan de” o “están constituidos por” partículas subatómicas, en al menos otro sentido, más relevante aún, ni los niños ni los libros existen en ese mundo cuántico, y pretender reducir la realidad a ese universo material sería absurdo. Hay, por parodiar a Hamlet, muchas más cosas en el mundo de las que caben en los libros de física. Porque, ¿qué significa existir? Existir es aparecer en un campo de sentido, es decir, darse en ciertas relaciones con otras cosas según ciertas reglas que dan el sentido. Así que ¿existen los niños? -Sí, pero no en el mundo cuántico. ¿Existe el dos? -sí, en la aritmética (al menos, según la axiomática o la construcción estándar: quizá haya aritméticas en que no existe el dos). ¿Existen los trolls? Sí, en la mitología nórdica… Existe todo aquello que puede darse en un campo de sentido. Y también existen los campos de sentido, dentro de otros campos de sentido en que aparecen. Entonces, ¿qué no existe? En cierto modo, toda y cada una de las cosas no existe relativamente, pues toda y cada cosa ocurre que no existe en otros campos de sentido que el (o los) suyo(s). Pero solo una cosa no existe ni podría existir en términos absolutos (es “menos que nada”): el Mundo, es decir, el campo sentido de todos los campos de sentido. Nunca nos es dado, no se nos aparece… pero es que no podría aparecérsenos, porque no tendría un campo de sentido dentro del que darse, pues él es el máximo, en hipótesis. El Mundo solo podría darse en relación con campos de sentido contenidos en él, y siempre sería contemplado, por tanto, desde un lugar interior a él mismo: él sería a la vez la cosa que pretende existir y el entorno en el que existe. Y esto es imposible. Tal como no puede haber un conjunto de todos los conjuntos, no puede haber un Mundo único. Aunque parece un resultado negativo, tal verdad es una gran suerte, porque la inexistencia de un Uno-Todo es precisamente lo que “libera” la plena existencia de los mundos no únicos. Si hubiera uno solo, todos los demás serían más o menos ilusorios, según se separasen de él. Pero nuestros mundos, esos campos en los que vivimos de múltiples maneras, no son irreales, ni están “solo en la mente”, como creen todas las formas  de irrealismo: toda y cada cosa que aparece en un campo de sentido, existe real y plenamente. Estamos, pues, en “una” realidad absolutamente múltiple e inabarcable, que nos hace libres para buscar y crear sentido. Simplemente, debemos negarnos a que ninguna metafísica, incluida esa metafísica moderna que es el materialismo y el cientificismo, nos cercene, fetichistamente, la infinitud indomable de sentidos.


                                                                    

Hasta aquí, un resumen de las principales líneas del pensamiento de Gabriel, al menos desde mi lectura. Como puede verse, el viejo problema de lo Uno y lo Múltiple, sigue vivo. El otro problema que ocupa a nuestro filósofo, es el moderno problema de Realismo frente a Representación. Se podría decir que, al problema más antiguo (el de lo Uno y lo Múltiple) Gabriel da la respuesta más moderna, o sea, el pluralismo radical; y al problema más moderno, el de Realidad y Representación, Gabriel da, en cambio, una respuesta más antigua: el realismo, aunque en una versión muy cruda, que no fue sostenida por casi ningún filósofo antiguo (estos se plantearon ya si todo lo que vemos es real, y, de alguna manera u otra, dieron, por lo general, respuestas negativas –a excepción, quizá, de Protágoras, según el Teeteto-). La filosofía de Gabriel es, pues, un hiperpluralismo hiperrealista: un hiper-plur-realismo, digamos.

Empecemos discutiendo el asunto de la unidad y pluralidad. Según Gabriel, la noción fundamental de la Ontología, “Campo de Sentido”, es la noción de algo radicalmente plural, es decir, se aplica a una pluralidad irreducible de objetos, sobre los cuales no hay unidad alguna. Dicho en viejos términos, el Ser o la Realidad no es uno, en ningún sentido o grado (al menos en ninguno ontológicamente relevante). Ahora bien, el pluralismo radical (que puede encontrarse también en Nietzsche y algunos de sus herederos, y quizá en Protágoras) está afectado por importantes problemas. Empecemos por esta pregunta: ¿qué significa “campo de sentido”? Esto es, o debería ser, lo mismo que preguntar qué tienen en común todos los campos de sentido. Es lo que preguntamos cuando preguntamos qué significa ‘ser’ o ‘realidad’ aplicado a los diferentes ámbitos de ser o de realidad… Es evidente que en la ontología de Gabriel “Campo de sentido” es un concepto de aplicación sumamente universal. Pero ¿se usa unívocamente, equívocamente, o analógicamente?

Si tiene un sentido unívoco, entonces hay algo, y algo esencial (la esencia misma de todo campo de sentido) que todos los campos de sentido tienen en común. “Campo de Sentido” sería, en ese caso, el género de toda realidad, del cual cada campo de sentido o aspecto de la realidad, sería una especie. De hecho, Gabriel da una única definición de ‘Campo de Sentido’ (“lugar en que aparece, a fin de cuentas, cualquier cosa” Pourquoi le Monde n’existe pas, pg. 286), que debe servir para todos ellos. Podría decirse, a lo sumo, que hay una diferencia “material” o de contenido entre unos campos y otros, pero la forma sería idéntica en todos ellos. Y sería, entonces, preciso embarcarse en la discusión de la relación entre la forma y la materia, en la relevancia ontológica de la forma, etc. En cualquier caso, no se podría decir simplemente que la realidad es múltiple y que no es una o que no existe el Mundo.

Aquí hay la gran tentación de responder que el concepto de Campo de Sentido es, eso, “solo un concepto”, es decir, una manera en que nosotros comprendemos la realidad, no algo que tenga que corresponderse diáfanamente con algo real. Sin embargo, esta tentación, que se llama Conceptualismo, es seguramente la tentación en la que menos querría caer un realista extremo, es decir, alguien que cree que nuestro conocimiento de la realidad no está (radicalmente) mediado por nuestras maneras de entenderla. ¿Precisamente la noción fundamental de la ontología sería algo que no se corresponde con ninguna realidad o aspecto relevante de ella, pues no existe un campo de sentido genérico?

Hay razones para rechazar el univocismo en ontología. Aristóteles (entre otros) vio que el Ser no puede ser unívoco, es decir, que la Realidad no es una de forma simple y completamente unívoca (como lo sería en Parménides), pues esto reduciría la realidad a solamente una, y Aristóteles (como ya Platón) encuentra insatisfactorio e inconsistente este monismo extremo: no solo no salva los hechos (la naturaleza), sino que cae en contradicción, pues quien piensa y habla, implica ya la diferencia. Hay que salvar, pues, la pluralidad junto a la unidad. Si Ser fuese unívoco, las cosas solo podrán distinguirse por el no-ser… Eso, suponiendo que el propio no-ser escapara al género Ser; pero Gabriel no admite que el no-ser sea exterior al ser, sino que, con Platón, lo entiende como relatividad; y, además, no cree que las diferencias puedan darse en el campo total, sino solo en campos parciales: ninguna cosa se opone a todas las demás.

¿Entonces, el concepto de Campo de Sentido, con el que nos referimos a las múltiples realidades irreducibles que, según Gabriel, pueblan el (inexistente) Mundo, se dice equívocamente? Esta parece la opción más coherente con el pluralismo ontológico: si las múltiples realidades no pueden ser reducidas, en ningún sentido importante, a una única realidad, entonces tampoco el concepto de realidad o Campo de Sentido puede reducirse a uno: si los sentidos son múltiples, ‘Sentido’ no puede tener un único sentido ni sentidos reducibles.

Sin embargo, el equivocismo es todavía más destructivo, para una teoría ontológica, que el univocismo. Cada vez que Gabriel usa la expresión ‘campo de sentido’ está usando un término similar a como cuando nosotros usamos ‘gato’ referido al felino o a la máquina. El equivocismo es una manera aparentemente positiva de negar, realmente, el campo científico de objetos al que se refiere. Si nada hay en común entre los diversos usos de la misma palabra, realmente no es la misma palabra, o, si se quiere, es solo eso: una misma palabra, sin contenido ni sentido.

Parece que solo queda encaminarse a alguna versión analogista de la Ontología. Aún dentro de esta opción, quizá quepa distinguir entre un analogismo-pluralista o inclinado del lado de la pluralidad, y un analogismo-monista o inclinado a la unidad. Sería un ejemplo de este segundo el analogismo de Aristóteles (referido a las categorías del ser) y el platónico-tomista (referido también a los órdenes de las sustancias). Un ejemplo del primero sería el analogismo, si lo es, de la tesis de los “aires de familia” del segundo Wittgenstein. Es claro que sería un analogismo de este tipo el que más le convendría a Gabriel, pues el otro es solo un monismo moderado, o una síntesis de monismo y pluralismo. Según este tipo “wittgensteiniano” de respuestas a la cuestión de la unidad o pluralidad de sentidos de ‘ser’ o, en nuestro caso, de ‘campos de sentido’, unos “juegos de lenguaje” y unas formas de vida, se parecen a otros, y estos, a su vez, a otros, pero, a lo largo del desplazamiento, unos ya no tienen por qué conservar ningún parecido con aquellos con que empezábamos. Como en los juegos: ¿qué tienen en común todos los juegos?, se preguntaba Wittgenstein. Nada, más que a lo sumo vacuidades (como “tener reglas”). Algo así podría decirse de los Campos de Sentido: todos tienen reglas, sí, pero incluso eso se diría de manera feblemente analógica.

Las posiciones analogistas son menos evidentemente destructibles que las posiciones extremas (univocismo y equivocismo). De hecho, en alguna de ellas es donde se está más cerca de la verdad, a mi parecer. Ahora bien, incluso si se elije una versión de lo que he llamado analogismo-pluralista, ya no se puede decir simplemente que “el Mundo no existe”. A lo sumo, se podrá decir que el Mundo, o Campo de Sentido de todos los campos de sentido (o, en lenguaje wittgensteiniano, el Juego de Lenguaje de todos los juegos de lenguaje) existe menos que los diversos campos de sentido o juegos de lenguaje en que se “divide”. En el análisis trascendental en que se consigna la división de juegos de lenguaje, se supone una unidad que es lo que significa Juego y Lenguaje. Salvo que caigamos al puro equivocismo, y ya no tengamos de qué hablar.

¿Queda a salvo la ontología con un analogismo débil o pluralista? ¿Es posible, en realidad, un analogismo así? Dejaremos esta profunda cuestión para otro momento.

                                                                    ****

La otra veta desde la que abordar el asunto del pluralismo o no de los campos de sentido, es el de la relación entre esos distintos Campos de Sentido. El antirreduccionismo de Gabriel nos pide que reparemos en que no tiene sentido pretender reducir una charla en un restaurante, a un baile de partículas; o, en otro de sus ejemplos, el mundo de sentido de un niño al mundo de sentido de un adulto. Son heterogéneos, pero todos reales en la misma medida. No debemos empobrecer la realidad, y tampoco podemos, porque el reduccionismo falla, se autocontradice: una teoría científica, por ejemplo la propia teoría de partículas, solo tiene sentido en un Campo de Sentido de pensamientos y debates humanos, no en el campo de las propias partículas que son su objeto.

Esta es una demanda convincente. Sin embargo, en su unilateralidad deja de serlo. Porque es evidente que hay relaciones entre Campos de Sentido diversos, y no solo relaciones de solapamiento (que, en realidad, es una relación completamente indiferente), sino relaciones de alguna u otra forma “causales”, y relaciones de jerarquía ontológica. Una modificación en el ámbito de las partículas, produce una modificación en el campo de sentido de nuestra charla en el restaurante (una explosión nuclear, acaba con la cena), y también en sentido inverso. Aunque la mente y el cerebro no sean interreducibles, están en alguna estrechísima y difícil relación. Por otra parte, no parece muy consolador, ante nuestra inminente muerte en el Campo de Sentido que consideramos habitualmente más “real” (o más abarcador de nuestros diversos campos de sentido), que se nos diga que no debemos preocuparnos, porque solo ocurrirá  que dejaremos de existir o aparecer en ese ámbito, pero existiremos en otros (en el de quienes nos imaginen, por ejemplo). Así es como existen los trolls, sí… Hay, pues, relaciones de causalidad (superveniencia, etc.) y grados o modos de existencia más relevantes que otros. Relativizar la existencia diciendo que ningún Campo es “más real” que otro no es convincente. Pero si aceptamos que algunos Campos de Sentido determinan a otros, entonces nos vemos conducidos otra vez al problema de si tiene que existir, y cómo, el Campo de Sentido que determina a los demás y no es determinado por otros.

Gabriel ofrece dos argumentos por los cuales se probaría que no puede haber un único Campo de Sentido.

El primero dice que no puede existir un Campo de Sentido que abarque a todos los campos de sentido, pues una cosa (sea un simple objeto o un campo de sentido) solo existe si aparece en un entorno de otros objetos y hechos, y no hay (por principio) un campo superior en que aparecería el Mundo. No puede existir, en la imagen de la película Cube, un Cubo de todos los cubos; fuera de todos los cubos, no hay nada. (Esto nos confirma, por cierto, que Gabriel no quiere caer en la tentación conceptualista, pues si fuese lícita la posibilidad de comprender algo desde una noción que, siendo más abarcador, no tuviese ese mismo importe ontológico, no habría problema para entender al Mundo dentro de un campo de sentido mayor epistemológicamente pero no ontológicamente).

Creo que ese primer argumento de Gabriel es rechazable si entendemos la Existencia y el Campo de Sentido de manera no extensional sino intensional, como de hecho creo que tenemos que entender todas las nociones ontológicas (como mínimo). Para entender qué quiero decir, pensemos en el argumento, análogo al de Gabriel, en el que se inspiran todo este tipo de radicales pluralismos, contingentismos, etc., como el de Badiou, Meillassoux y el propio Gabriel: me refiero al Teorema de Cantor. Según este teorema, no existe un conjunto U (Universal), que contenga a todos los conjuntos, puesto que el conjunto-potencia, P, de cualquier conjunto A, es mayor que A (el conjunto-potencia de A es el conjunto formado por todos los subconjuntos de A: así, si A es {1, 2, 3}, P(A) es {(1), (2), (3), (12), (13), (23), (123)}). De aquí se sigue, se dice, que no existe el Conjunto de todos los conjuntos. No obstante, este resultado tiene que ser matizado o relativizado. Lo que estrictamente se sigue de él, es, a lo sumo, que no existe el Conjunto de todos los conjuntos si definimos a los conjuntos por su extensión. Para explicar esto, pensemos en lo siguiente: efectivamente, no existe un número natural mayor que todos los demás números naturales, pero eso no implica que no exista la Clase o Conjunto de (todos) los números naturales, o sea, N. Esto lo que significa es que N no se define por extensión, es decir, por la simple enumeración de sus partes. Pero es que una definición por extensión es un absurdo lógico, puesto que ¿cómo se puede identificar cuáles miembros deberán ser incluidos o enumerados en la extensión? Solo un conjunto completamente arbitrario podría definirse así. Lo que define a los conjuntos, clases o géneros en general, es la cualidad o propiedad que todos sus miembros deben compartir. (Es cierto que el problema de la extensionalidad tiene una relación especial con el ámbito de los conjuntos, números, y demás objetos matemáticos, pues es de creer que precisamente la Matemática se define como el estudio de la Extensión. No obstante, podemos dejar ahora esta cuestión, pues Gabriel (a diferencia de Badiou y Meillassoux) no acepta que la Matemática sea un modelo adecuado de la Ontología). Por tanto, en conclusión, está lejos de seguirse que el concepto de Ser tiene que ser equívoco o no existir, puesto que iría contra la conclusión cantoriana. El concepto de Ser o Realidad no es extensional, sino intensional. También es analógico (y, por eso, dialéctico). Aplicado todo esto a los Campos de Sentido, ¿en qué sentido puede decirse, en ontología, que el Campo de Sentido de todos los campos de Sentido “engloba” a todos los “demás”? El Campo de Sentido de todos los campos de sentido es aquel que da sentido al hecho de que haya campos de sentido, es decir, a la propia existencia de campos de sentido.

Por supuesto, el concepto de Ser o Realidad, o de Campo de Sentido, es absolutamente singular, o, mejor dicho, la Singularidad en sí. En este sentido, se puede decir que no es comprensible. La Existencia misma (el ipsum esse), ha dicho siempre la mejor metafísica tradicional (platónica y tomista), es, en cierto modo, inconceptualizable (epekeina tes ousías), precisamente porque es la concebibilidad misma.

Con este resultado, podemos dirigirnos al otro argumento de Gabriel contra la existencia del Mundo: cualquier concepción del Mundo sería interna a él, luego no podría abarcarlo (sería como intentar ver el bosque desde dentro). No puede contemplarse al Todo desde dentro, y aquello que no podemos contemplar apareciendo, no existe (por cierto, esto, y como ha señalado F. Nef, le da un sesgo muy epistemológico al “realismo” de Gabriel).

Como se sabe, los filósofos discuten desde siempre si se puede comprender y/o entender lo Infinito. Aunque el Infinito tradicional era más domesticable que el Infinito postcantoriano (o eso se pretende), el viejo infinito era ya lo suficientemente “grande” (y pequeño, como señaló Cusa, por ejemplo) como para que ningún ser finito lo abarcase. Ahora bien, suponiendo que este problema fuera realmente insalvable, no afectaría menos a la teoría ontológica de Gabriel que a la de, por ejemplo, Descartes, puesto que, según Gabriel, tenemos que aceptar que existe realmente una infinidad indomesticable de Campos de Sentido. Si tenemos que aceptar eso es porque, de alguna manera, podemos comprenderlo. Desde luego, se puede decir que este es un comprender completamente negativo. Esto es lo que siempre dijo la teología negativa. Pero si desde dentro de una pluralidad infinita de campos de sentido podemos entender esa pluralidad, entonces desde dentro de una Unidad del Campo de Sentido podemos entender, al menos negativamente, esa unidad. Dios es un asunto místico, no solo para los kierkegaardianos, también para los platónicos.


Este asunto nos lleva al del realismo. Pero dejémoslo para otra ocasión.

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