martes, 16 de octubre de 2012

La Ciencia de lo Natural. Física y metafísica (micro-comentarios a Aristóteles. I)

Me gustaría dedicar tres o cuatro entradas a la lectura de algunos de los pasajes más importantes de los apuntes que forman “la Física” de Aristóteles (Φυσικής `Ακροάσεως). En esos escritos, el gran filósofo griego nos ofrece un análisis de las ideas y una discusión de los problemas fundamentales de la Física o de la Ciencia de la Naturaleza. Se trata de lo que hoy llamaríamos “filosofía de la física” (o, quizás, más densamente “física filosófica”), y lo que la tradición catalogaba como ontología específica de lo natural (“cosmología”), más que de lo que hoy llamamos ciencia Física propiamente, aunque Aristóteles no habría acentuado la discontinuidad de uno y otro ámbito (filosófico y científico), sino que los veía como distintos niveles, más o menos general y/o “fundamental”, de lo mismo, ya que, para la concepción aristotélica, ambos niveles comparten tanto el objeto (lo natural o físico) como la metodología (una síntesis de experiencia y racionalización).
Sus análisis y argumentos están hoy tan vivos y aspiran tanto a la verdad como en la época en que fueron escritos. Es decir: no ha habido avances importantes en ese nivel del análisis conceptual de las nociones físicas básicas ni de metodología básica. Al menos, ese será mi postulado “caritativo” a la hora de afrontar una interpretación de sus palabras (actitud muy diferente a la de las hermenéuticas historicistas, para las que apenas tiene sentido confrontar lo que Aristóteles dice de la physis con lo que hoy decimos de la naturaleza, puesto que ambas nociones no serían la misma ni conmensurables). Dejaré generalmente a un lado mis disensiones “platónicas”, y procuraré presentar como defendibles, no tanto las tesis de Aristóteles (todas o casi todas las cuales pueden, desde luego, estar equivocadas), como la completa relevancia de los problemas que él se plantea y la manera profunda y perspicaz en que los discute.

Antes de acercarme a las diversas nociones físicas que trata Aristóteles, me detendré, en esta entrada, en una cuestión preliminar o meta-temática: ¿Qué relación hay entre el nivel de análisis de lo físico en que se mueve el texto de Aristóteles y el nivel en que se mueven (y se movían ya en el siglo -III) los “científicos”, es decir, los que ejercen lo que hoy llamamos propiamente “ciencia física”? Y también: ¿sigue teniendo sentido y validez la posición de Aristóteles al respecto, o es algo superfluo hoy, en que la Física científica habría asumido todos los problemas que se refieren al ámbito de lo natural, dejando sin contenido a la filosofía, al menos en ese ámbito?

La concepción que Aristóteles y el aristotelismo se hacen de la relación entre el nivel de la Física Filosófica y la Física científica es, decía, la de que se trata, básicamente, de dos niveles diferentes de generalidad de la misma actividad intelectual, la Ciencia. El objeto de ambos niveles es el mismo, las entidades naturales. Y la metodología es fundamentalmente la misma: búsqueda de los “principios, causas o elementos” ( ρχα ατια στοιχεα), o sea, de las formas y leyes, necesarias y universales, de esas entidades, usando para ello el análisis conceptual o “eidético” y basándose en lo que la experiencia sensible y la “inducción” nos dicen al respecto. Es obvio que por tratarse de un nivel muy general (el más general posible) de análisis, la experiencia sensible juega un papel menos decisivo: casi cualquier experiencia verifica nuestras nociones más básicas. Todo el mundo tiene experiencia de lo que es el espacio, el tiempo, el movimiento…, como para entender un análisis básico de esas nociones, y esa idea básica es presupuesta por cualquiera que se embarca en una investigación más extensa. La ciencia tiene que seguir hablando siempre de aquello mismo que pretende explicar o “salvar”. Incluso para un naturalista extremo, que sostenga que ninguna noción es realmente a priori e irrevisable, las partes centrales de nuestras teorías son las menos afectadas por la experiencia, de manera que hay un cierto nivel analítico prácticamente inaccesible al impacto empírico, donde los criterios son, más bien, la simplicidad teórica, la coherencia, etc. Pero en Aristóteles la cosa tiene otro cariz, no-naturalista, ya que él no admite que los “conceptos”, ideas o formas (eidos, morphé) estén sometidos al flujo del cambio (aunque sí están mezclados o “inmanentes” en las entidades naturales que cambian -compuestos hilemórficos-), de manera que es posible un análisis apriorístico de ellos. Llamemos, a ese nivel fundamental de la Física en que se analiza los conceptos fundamentales, “metafísico” (con un nombre que no es de Aristóteles ni siquiera de sus seguidores clásicos –que reservaban el nombre para lo que va más allá o está fuera de toda investigación física-, pero sí el de tantos filósofos que hoy, sobre todo en el ámbito de la filosofía analítica –algunos de ellos, pero ni muchos menos todos, declarándose neoaristotélicos-, reivindican para la metafísica un lugar muy semejante al que Aristóteles atribuía a esas investigaciones). Debería ser innecesario decir que ni el naturalismo ni el no-naturalismo son, por más que se empeñen algunos, parte de la ciencia (en sentido estrecho o moderno). Las argumentaciones acerca de si ciertos conceptos son eternamente indeconstruibles o “a priori” son cuestiones propiamente “meta-físicas”, y no hay, ni puede haber, un argumento físico que solucione el problema de lo a priori.

Hay al menos tres tesis posibles acerca de la relación entre el nivel metafísico (a priori) y el nivel empírico de la física.

     - El racionalismo extremo (atribuible a Platón, a Descartes, y quizás a Leibniz, a Schelling, a Hegel, etc.) dice que toda la naturaleza es, en principio, deducible lógicamente de las nociones fundamentales. En principio: es decir, un racionalista no tiene por qué rechazar el valor heurístico, incluso la necesidad, de la observación y la experimentación empírica. Dado que no somos mentes perfectas, no estamos en condiciones de seguir el orden deductivo. Pero sí es esencia del racionalismo sostener que cualquier descubrimiento al que se haya llegado mediante inducciones experimentales, podría haber sido hallado, en principio, por el camino deductivo. Para el racionalismo, en último extremo, todo tiene un carácter de necesidad lógica, y no hay varios “mundos posibles” o, mejor, varias opciones posibles para este mundo. No existe una necesidad física diferente de la necesidad metafísica, ni esta es diferente de la necesidad lógica (entendiendo la lógica en un sentido más sustantivo que el habitual en la “lógica” moderna). Si nosotros encontramos ciertas cosas como contingentes (por ejemplo, el valor concreto de las constantes de este universo) es por falta de comprensión de los “principios, causas y elementos” de toda realidad. Aristóteles no es racionalista, en este sentido, creo yo: hay indeterminación en la naturaleza, y no todo puede deducirse lógicamente.

     - La opción opuesta, el naturalismo y positivismo, sostiene que nada puede deducirse de manera a priori y tal que no pueda ser falsado por la experiencia: toda metafísica podría, en principio, ser “deconstruida” a posteriori. Aún así, dentro del naturalismo hay sitio para concepciones más o menos cerradas. Hoy pocos naturalistas niegan que haya un nivel muy general y bastante a priori, de investigación, incluso en lo que se refiere a las condiciones de posibilidad o estructura fundamental del mundo. Cuestiones como cuál es la estructura última de la naturaleza, si los números son ficciones o entidades, etc., no son objeto de la ciencia física, sino de la metafísica, incluso aunque ciertos descubrimientos físicos pudiesen afectar a la metafísica. Aristóteles tampoco es naturalista.

     - Una posición “intermedia” (aunque escorada hacia el racionalismo) es la que sostiene Aristóteles: debemos salvar el fenómeno de la physis, que conocemos por experiencia o “inducción” (epagogé). Los logikoi (pitagóricos, eleatas, platónicos), que pretenden hablar de la naturaleza con meros argumentos lógicos, no pueden dar una respuesta adecuada, porque la naturaleza incluye un elementos irreducible a mera forma, lo material o potencial, que es elemento esencial del cambio. Pero tampoco los physiologoi o “naturalistas” antiguos, que pretendían sacarlo todo de la materia primera (agua, aire, lo indefinido, etc.), son capaces de explicar el aspecto formal de lo natural.

Todas aquellas personas que hoy no aceptarían que las nociones matemáticas y formales en general puedan considerarse a posteriori, están en el bando de Aristóteles. Muchos de ellos son los que sostienen, recientemente, que la metafísica estudia las cosas que son verdad en todos los “mundos posibles” (quizás solo una pintoresca manera de decir “lo necesario”). Aristóteles no habría aceptado los mundos posibles, pero habría compartido con estos metafísicos que existe un ámbito de lo necesario. (¿Qué habría dicho Aristóteles de las ideas de Krikpe, tales como la de lo “analítico a posteriori”? Quizás en otra ocasión trate este interesante tema).

Aquí se plantea, pues, una disensión esencial, entre quienes sostienen que no hay nada a priori y quienes sí. Pero se trata de un debate, no en el interior de la ciencia física, sino de la Filosofía.Y es esencial ver, también, que no reciben una convincente respuesta naturalista consecuente (es decir, que no sostenga que todo es material y sujeto al cambio, con una mano, y con la otra reconozca que hay nociones formales y necesarias irreducibles). Pongamos como ejemplo las propias nociones que constituyen a la ciencia física (incluso en sentido estrecho o moderno). ¿Podría un “físico” presentarse en un congreso y sostener tesis en las que no aparece ningún concepto físico actual (sino solo conceptos, por ejemplo, mentalistas o animistas o totémicos), y ningún recurso a la experiencia y la deducibilidad? Obviamente no. Eso no es física hoy ni lo será nunca, salvo que cualquier cosa pueda ser cualquier otra. La Física está “cerrada” por unas nociones básicas y unos métodos (lo que el propio Quien llama el “juego en que consiste la ciencia”). Solo se puede aceptar que esas nociones constitutivas y definitorias cambien, en la medida en que las “nuevas” nociones y recursos sean profundización en las mismas, nunca heterogéneas o inconmensurables. Y, para eso, algo tiene que conservarse siempre, en cada transformación, y ese algo tiene que ser siempre lo mismo. Quien rechace esto, tiene que aceptar que, dentro de cien años, por ejemplo, sea ciencia física lo que hoy llamamos magia, sin que haya cambiado una coma. Y, si puede serlo dentro de cien años, ¿por qué no ahora? ¿Qué permite calificar de verdadera ciencia a algo, si todo lo normativo es contingente? Este problema no afecta, obviamente, solo a los conceptos que definen a cada ámbito de conocimiento, sino también a todo concepto. El naturalismo consecuente, fracasa como explicación. Pero lo importante, en este momento, es darse cuenta de que fracasa como explicación metafísica, que es el único tipo de explicación que es. Porque el propio naturalismo se presenta como verdad indeconstruible, no como ciencia empírica. ¿Desde dónde sería deconstruible?

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Pero, aunque aceptemos que hay cuestiones meta-científicas, que no son parte de la propia ciencia, ¿no es cierto que las nociones temáticas de la Física (en Aristóteles), tales como Cambio, Espacio, Tiempo… han recibido otras respuestas, e incluso han aparecido nociones hoy consideradas muy básicas (como Energía, Electricidad, Fuerza Gravitatoria, etc.) que Aristóteles ni se podía imaginar, y que se han modificado o han nacido influidas por la labor científica moderna, basada en la experimentación? ¿No han supuesto la relatividad y la física cuántica, una completa revisión de las nociones de Tiempo y Espacio, por ejemplo?

Creo que Aristóteles podría contestar lo siguiente: si nos situamos en el grado máximo de generalidad, la ciencia ni ha cambiado ni puede, seguramente, cambiar las nociones, análisis y aporías propias de cada noción, de las que discute Aristóteles. Hoy sigue siendo tan pertinente como entonces, pero tan exento de toda influencia inferior, el análisis básico de esas ideas. Qué es, conceptualmente, el Cambio, el Espacio, o el Tiempo no es objeto de la ciencia en sentido moderno, sino que se da por sabido en cualquier ámbito teórico salvo en el de la filosofía. Los científicos se dedican, más bien, a estudiar las relaciones secundarias y completas que esas nociones tienen, tal como ocurren en nuestro mundo. Los estudios aristotélicos del cambio (en términos de actual y potencial, o de sustrato, forma y privación), del tiempo (como número del movimiento) o del  espacio (con sus discusiones acerca de la relación entre topología abstracta y física, o del infinito, etc.) no están un ápice desactualizados, ni han sido ni pueden ser subvertidos por ninguna teoría científica contemporánea. Es verdad que han surgido otras nociones, bastante fundamentales (tipos de “fuerzas”, etc.) No eran, sin embargo, conceptualmente desconocidas, aunque eran entendidas de otra manera (no inconmensurable) y se les atribuía un lugar menos fundamental, quizás. Pero, dado que se trata de grados de generalidad, aristotélicamente no hay ningún problema en que ocurra algo así, sobre todo en los niveles no últimos o fundamentales.

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