lunes, 23 de enero de 2012

El artista y la libertad

¿Quién no ha oído alguna vez que “el arte es el reino de la libertad”? Aunque esto puede dar cobertura a múltiples tonterías (como que el arte no tiene compromiso con la verdad, o que es amoral, etc.), hay un sentido, desde luego, en que eso es completamente cierto: toda actividad humana, por ser actividad, es el reino de la libertad. Lo que no es libre no es activo, sino pasivo. El artista, tanto en su momento evaluativo (cuando valora la belleza de algo) como en su momento “creativo” (cuando trae al mundo una “obra” de arte), presupone la libertad. En este sentido, el artista es siempre original. Incluso si uno crea en el estilo que ya inventó otro, mientras lo haga porque así lo quiere, es libre y “original” (el origen de su obra está en él). Desde luego, quien además inventa o descubre nuevos estilos o maneras, hasta ahora no vistos, es más original, y su libertad vuela más alto. El único que no es artísticamente libre, es el que copia obras por otra razón que la estética (el artesano). Puede ser libre en otros sentidos (moralmente ha decidido ganarse la vida así, quizás), pero no como artista. Por tanto, sí, el arte (como también la moral y el conocimiento) es el reino de la libertad.

Ahora bien, ¿qué es la libertad? Este es el problema. Hay muchas maneras de entenderla de manera pobre.

  • La libertad, en un sentido básico, es ausencia de coacción. Ahora bien, ¿qué es coacción?  
  • La coacción es la influencia o incluso determinación de los actos de un agente contra la voluntad o naturaleza propia de ese agente.
  • Pero ¿qué es un agente? ¿Qué es actuar, ser activo?

Aquí se acaba el camino para la filosofía moderna. El concepto más básico y pobre de libertad, se convierte en el único para muchas mentes. ¿Cómo? La historia es la siguiente:

Los ignorantes griegos y medievales creían que las cosas tienen una naturaleza propia, o esencia, o entelequia. Todo se podía explicar con alguna forma o virtud. Si el hombre razona, es en virtud de su racionalidad; si duerme, en virtud de su dormitividad. La libertad era, entonces, la realización de la energeia, de lo que uno es. Como dirá Hegel (ese grano de la modernidad, o esa isla de inteligencia en medio de la mediocridad, que es el idealismo alemán), “la máxima libertad es la máxima necesidad”.

El “nacimiento” de la “Ciencia”, sin embargo, encontró casi todas las esencias como algo no propio para el consumo humano. No se pueden medir, pesar y comprar con precisión. Digo casi todas las esencias porque es un inmenso error creer que la Ciencia prescindió de la noción de características intrínsecas de las cosas. Lo que hizo fue prescindir de toda característica intrínseca que no fuera “matemática” en el sentido de formalizable aritmética y geométricamente. Lo que no pudiese expresarse en ese lenguaje, formaría parte del mundo de las brujas y los sacerdotes.

¿Qué queda del sujeto, de la libertad y, en general, de la acción en ese ámbito de ideas modernas? La Acción es un concepto que le viene enorme a la ciencia. Una acción es algo muy imposible de entender mecánicamente. Aunque los físicos han manejado diversas nociones de acción (acción a distancia, acción y reacción, fuerza electro-magnética, fuerzas cuánticas…), lo único que se puede poner en las fórmulas matemáticas son cualidades estáticas, tales como dimensiones, tamaños, relaciones de contención, etc. Y, desde luego, cualquier tipo de acción intelectual, tan remotamente reducible a pesos y tamaños, es absolutamente ininteligible. Así es como se sanciona la irracionalidad intrínseca de la moral y la estética, por ejemplo.

Lo cierto es que la cosmovisión mecánica y estrecha (verdaderamente bárbara y primitiva, si se la mira con perspectiva), ha producido un vaciado del sujeto. Y con él, obviamente, de la libertad. ¿Qué puede ser la libertad de acción en una entidad mecánica (o un montón, más o menos organizado, de entidades mecánicas)? Solo la aleatoriedad. Como ha dicho H. Frankfurt (y otros antes) en la medida en que se identifica libertad con indeterminación, el sujeto se vuelve más vacuo, y se vuelve más irracional y aleatorio qué puede y debe elegir.

Y, en la medida en que el arte se ha creído que la libertad es indeterminación, aleatoriedad, algo imposible e innecesario de justificar, se ha ido viendo caer en la vacuidad de que cualquier cosa vale.

Pero el artista sabe, en el fondo, que no es así. El artista no tiene tiempo que perder escuchando los sueños reduccionistas de algunos intelectuales mediocres, que se autoproclaman líderes espirituales de la humanidad. Él sabe que, cuando se enfrenta a su obra, la libertad significa necesidad, es decir, una complicidad ineludible con el ámbito estricto de su arte, donde es posible hacer las cosas bien o mal, y la espontaneidad implica armonía:

“Solamente cuando pierdo contacto con la tela el resultado es un desastre. De otro modo, se establece un estado de pura armonía, de espontaneidad recíproca, y la obra sale bien” (Jackson Pollock The New American Painting, pp. 66-67, citado por G. Dorfles Últimas tendencias del arte de hoy Labor, p. 181).

¿Quién podría hacer las cosas bien o mal donde la libertad es indeterminación o aleatoriedad?

El arte tiene que prescindir completamente de todo cientificismo y todo reduccionismo a lo peor. La libertad del artista es auténtica libertad, es decir, realización de la verdadera naturaleza del artista y de la verdadera naturaleza de la naturaleza, naturaleza que es, primero, ideal, y que tiene que ser descubierta, apreciada justamente, y traída al mundo. Solo así el artista (como el político o el científico) estará en condiciones de ser verdaderamente original, es decir, de descubrir lo que aún no se había dado y debía darse, y podrá dar sentido a la idea de progreso de la humanidad:

“El concepto corriente, que hace del artista una expresión de su tiempo, es ingenua porque lo degrada hasta convertirlo en su cronista. El artista reacciona a su tiempo; pero su reacción es creadora en el sentido de que su actividad formadora se refiere más al futuro que al presente. Todo arte tiene, lo mismo hoy que en cualquier otro tiempo, su lado moral. El ideal platónico de que lo Bello sea también lo Bueno y lo Verdadero no ha sido olvidado.” Otto Piene Konkrete Kunst, p 55., citado por G. Dorfles Últimas tendencias del arte de hoy Labor, p. 187)

O, como dijo Píndaro: llega a ser quien eres.

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